He abierto este blog porque necesito de un vaciadero donde arrojar cosas que me pesan en el corazón y en las tripas. Creo que todos necesitamos desahogarnos de vez en cuando y quitarnos lastre de encima, por lo que voy a intentar echarme unas risas -que falta me hacen- a costa de mí mismo, de mis miserias y de las de algunos seres con los que me he tropezado a lo largo de mis treinta larrrrgos. Dudo mucho que alguien se tropiece con este espacio, pero si alguien lo hace y se larga a la velocidad del rayo me parecerá de lo más plausible, creo que hay cosas mejores que hacer en internet. Cosas como ver porno en streaming, por ejemplo.
Quizás los motivos de abrir esto hagan que no tenga mucho sentido -tampoco orden ni concierto- lo que vaya escribiendo. Si alguien se viera reflejado en algo, le pido disculpas por adelantado si se ofende o tiene cualquier otro sentir desagradable por mi responsabilidad, que no culpa, pues no hay intención de dañar.
Como escribía anteriormente, creo que la vida es maravillosa. Que yo ande buscando pentobarbital sódico en cantidad suficiente para -c.s.p.- echar un sueñecito hasta que me rustan en una incineradora municipal y luego echen las cenizas por el retrete más próximo porque no tengo valor para utilizar otro medio (o no la suficiente presión), no quiere decir que opine que la vida es una mierda. Solo es que hay algunas personas que no estamos hechas para ella, como ese pie que no encuentra su sitio en aquel zapato tan bonito y no hace más que sufrir con él puesto. Y con toda la tranquilidad del mundo lo digo. Será su manera de andar, la forma de sus dedos, la fragilidad de su talón, a saber. Pero tengo que reconocer que ese zapato me parece cojonudo. Así lo creo.
Veo desde hace muchos años por mi barrio -y otros que no están cerca de él- a un tipo de unos cincuenta años que siempre va solo, algo desaliñado, con una americana desgastada incluso en verano, y andando con la prisa de quien intenta hacerse creer que va a algún lado porque ha quedado pero que sabe que en realidad nadie le espera en ningún lado. No pide, no es un mendigo, tampoco va tajado. Solo anda y anda solo, metido en sus pensamientos. Diría que pasa muy desapercibido, más todavía en una ciudad grande. Tampoco parece esperar que nadie caiga en cuenta de su presencia. Yo sí que caigo en cuenta de su presencia, suelo ser bastante observador. Él se dedica a andar, que no a pasear. Es curioso que hace un par de días me lo volví a encontrar lejos de la zona donde lo veo en ocasiones; me dije a mi mismo que debe ser complicado tener una vida así. Luego pensé que estaba prejuzgando la felicidad o la vida de una persona por lo que veía, algo que solemos hacer los gilipuertas como yo en ocasiones. Después caí en la cuenta de que, siendo tan grande como es esta ciudad, a este señor me lo encontraba con cierta asiduidad y en lugares de los más dispares, con lo que lo mismo era una señal o algo. Por último, me di cuenta de que yo llevo haciendo lo mismo los últimos nueve meses de mi vida y que no tengo cincuenta años, pero los cuarenta no me quedan lejos.
Rock tuareg:
No hay comentarios:
Publicar un comentario